Paradojas: Argentino humilde

Indudablemente que argentinos, chilenos, italianos o españoles son igualmente humanos y por lo mismo sujetos de virtudes y vicios. Pero está de por medio la fama, la buena y la mala, que asegura que hay unos con mayor tendencia a la vanidad y otros a la humildad. El ambiente contribuye algo a estimular una u otra postura ante la vida.

También hay que precisar que cuando la fama se extiende por algún motivo razonable, esta tiende a quedarse, a ampliarse y a estereotiparse. Es lo que acontece, en general con nuestros queridos vecinos, al imponer a un Maradona y Messi como dioses o a Perón como lo máximo en materia de justicia o referirse a la riqueza de su tierra como el mayor don del globo.

Pero ahora acontece que la Iglesia eligió a un hombre humilde, amigo de los pobres, inteligente sin ser intelectual, que es ascendido al trono de Pedro y que lo primero que hace es pedir que le ayuden con la oración y bendición antes que él pueda rezar por ellos y darles la bendición de lo alto. ¡Increíble!, pensaron muchos, aunque lo dijeron solo algunos. ¡Y eso que es argentino!

Más allá de la anécdota, creo que ahora sí que pueden tener motivos nuestros hermanos y vecinos para sentir un poco de vanidad, aunque no soberbia. Aparte de maradonas o messis, Argentina ha entregado a la humanidad un hombre sobre cuyas espaldas ha caído no solo una de las mayores dignidades a que se puede aspirar, sino sobre todo una de las mayores responsabilidades del mundo. Ser Papa en estos tiempos de materialismo y relativismo, de mentira y violencia, de hedonismo y libertinaje, ¡qué difícil tarea para un hombre, incluso para un argentino!

Como la tarea es para todos los que somos o creemos ser cristianos –todavía mayoría absoluta en Chile y Argentina- creo que vale la pena alegrarse, congratular a nuestros vecinos y elevar una sencilla oración a Dios para que el Papa Francisco, desde ahora ciudadano universal, sea un gran argentino sabio, santo y humilde.