
El mundo quiere paz
P. Hugo Tagle – 6 de julio 2025
El Instituto para la Economía y la Paz (IEP) publicó hace unos meses un último informe sobre la situación de paz y aumento de conflictos bélicos en el mundo. Éste solo confirma la profética afirmación del Papa Francisco: El mundo vive una tercera guerra mundial “por partes”. En efecto, quizá la situación mundial no nos resulta tan aterradora como en la primera parte del siglo XX, con dos guerras mundiales, pero, sumados todos los conflictos bélicos existentes, la situación es tanto y más alarmante que en esos años.
En 2024, el mundo experimentó un aumento en los niveles de violencia, un alza en el gasto militar y un dramático incremento en las pérdidas del PIB causadas por conflictos bélicos. Vale decir, más países son más pobres como consecuencia directa de las guerras. Así se ve en África del Norte y Medio Oriente, las zonas más conflictivas desde hace varios lustros.
Sabemos cómo comienzan las guerras, pero no cómo terminan. Hoy los conflictos bélicos se alargan indefinidamente. No hay guerra buena, pero al menos sí existían cortas como lo fueron entre Inglaterra y Argentina, o entre Egipto e Israel en los años 70 y 80. Ahora, ya vamos para ¡10 años! en el conflicto entre Rusia y Ucrania y no se ve aún una salida. En África, los conflictos armados se extienden desde la independencia de esos países y no hay asomo de solución pacífica.
Las guerras provocan además una serie de efectos secundarios que golpean la calidad de vida y supervivencia de las personas incluso ajenas y distantes a ellas. Más de 122 millones de personas han sido desplazadas por la fuerza producto de esos conflictos. El PIB de casi la mitad del mundo se ha visto perjudicado directa o indirectamente por la violencia. Muchos países no son parte de los conflictos, pero sufren sus consecuencias: Deterioro del intercambio comercial, problemas de transporte, encarecimiento de productos básicos como alimentos, combustible y agua.
Se da una suerte de desesperanza, ya que a medida que pasa el tiempo, disminuye la voluntad de acuerdos o éstos se dilatan. En efecto, la resolución de los conflictos ha sido la más baja de los últimos 50 años. Miramos con nostalgia los acuerdos de paz alcanzados en algunas regiones y nos preguntamos por qué hoy no es posible. Así destacaron en su momento los acuerdos de paz de Colombia (2016), de Irlanda del Norte (1998), de Angola (1991-2002), de Sudáfrica (1990-1994) y de Tayikistán (1997) que puso fin a una guerra civil que afectó a ese nuevo país desde su independencia de la Unión Soviética. No se ha vuelto a hablar de paz en esos términos desde el inicio del siglo XXI.
Solo los países nórdicos han experimentado paz en forma ininterrumpida desde el término de la guerra fría en los años 60. Incluso en Latinoamérica se han vuelto a despertar los fantasmas de conflictos entre países a pesar de la recurrencia a cortes internacionales. Así brotan tensiones que pensábamos superadas entre Venezuela y Guyana, Belice y Guatemala o Colombia y Nicaragua.
Las primeras palabras del Papa León XIV fueron “¡La paz esté con todos ustedes!”, como lo dijo Jesús mismo luego de la Resurrección. Es el saludo de los cristianos y hombres de buena voluntad; lo primero que dicen los ángeles a los pastores en Belén.
La súplica por paz y unidad del Papa León es el anhelo compartido de una humanidad herida por los conflictos y guerras. Pero no es cualquier paz: “es la paz de Cristo resucitado, una paz desarmada y una paz desarmante, humilde y perseverante” como dijo el mismo Papa León. Solo la paz engendra paz.